viernes, 13 de julio de 2012

EL FIN DEL IMPERIO COLONIAL ESPAÑOL. LA GUERRA HISPANOAMERICANA ( 1898 )





Incumplido por ambas partes, el pacto de Biac-na-Bató entre España  y los insurrectos de Filipinas ( 1897 ) representó más que nada un simple alto el fuego temporal. Los españoles no aplicaron ninguna de las reformas estipuladas en él - consignadas en papel o de palabra - sobre apertura política y mayores libertades para los filipinos, y mucho menos llevaron a cabo la secularización del archipiélago con el cese de las actividades de las órdenes religiosas. Tampoco completó España el pago de los 800.000 pesos prometidos a Emilio Aguinaldo en concepto de compensación, habiendo satisfecho tan solo el plazo inicial de 400.000 que éste, con toda lógica, destinó al financiamiento de una nueva insurrección.

La prepotencia del gobierno español y su falta de perspectiva abrió las puertas a la injerencia de otras naciones, algunas de las cuales aprovecharon tan deseada oportunidad. Los rebeldes solicitaron ayuda de Japón, al parecer sin mucho éxito, y el mismo Aguinaldo reconocería haber mantenido conversaciones secretas con representantes estadounidenses en el transcurso de marzo y abril de 1898. Primero en su exilio de Hong Kong, con un enviado de George Dewey, almirante de la flota norteamericana en el Pacífico, y después, temiendo la intervención de espías españoles, con el embajador de Estados Unidos en Singapur. Ambos le habían prometido apoyo económico y militar en el supuesto de una nueva guerra contra los españoles. Ayuda aparentemente desinteresada en pro de las libertades filipinas que Aguinaldo creyó y aceptó ingenuamente.


General Emilio Aguinaldo




Mientras tanto, crecía en la escena internacional la tensión prebélica entre España y Estados Unidos, estando en juego el futuro de otra posesión colonial española: la isla de Cuba.

Afectada como las Filipinas de ánimos independentistas, había estallado el 24 de febrero de 1895 una nueva e importante revuelta en Cuba, y el gobierno español intentó solventar la crisis con el envío del severo general Valeriano Weley como Capitán General de la isla. Puesto que el enemigo practicaba la táctica de guerrillas, éste respondió con el sistema denominado de " reconcentración ", cuya finalidad era privar a los rebeldes de cualquier apoyo por parte de la población civil, encerrándola en reservas o campos vigilados. Más de 300.000 cubanos sufrieron esta medida extrema, y miles de ellos fueron víctimas del hambre y de las infecciones provocados por su mala gestión. ( 1 )

La prensa estadounidense dedicó extensas campañas para denunciar la brutalidad española y el estado de caos político y social en el que se hallaba Cuba. Se encargó de ello sobre todo la prensa sensacionalista, más tarde conocida como " prensa amarilla " por el nombre del personaje ( Yellow Kid ) que figuraba en las tiras cómicas de estos periódicos, encabezados principalmente por el New York World, de Joseph Pulitzer, y el New York Journal del magnate William Randolph Hearst.


Yellow Kid, creado por Richard Outcault




Curiosamente, Yellow Kid apareció en 1895, cesando su publicación en 1898, abarcando pues la etapa más caliente del conflicto hispano-norteamericano.

Este tipo de prensa acusó a España de abusos en Cuba, exagerando unos e inventando otros. Se cuenta que el conocido ilustrador estadounidense Frederick Remington, enviado a la isla como reportero gráfico, escribió sorprendido tras su llegada al editor del New York Journal, William Randolph Hearst: " Aqui no hay ninguna guerra ", obteniendo de éste la siguiente contestación: " Por favor, sírvase enviarme las fotos, yo pondré la guerra " ...

Gráfico alusivo de la época. Cuba suplica el auxilio del caballeroso Estados Unidos contra el villano español




El hecho es que la prensa amarilla norteamericana fue una poderosa arma propagandística, empleada en el caso de Cuba no por motivos humanitarios, sino para influenciar a la opinión pública estadounidense a favor de las apetencias expansionistas de su gobierno. Una vez forjados como nación, los Estados Unidos de Norteamérica necesitaban ampliar fronteras y mercados, hallando en la debilitada España y en sus colonias una fácil presa. Se puede decir que el imperio colonial español, ya en declive, y sumido en innumerables apuros políticos, dejaba un vacío en el tablero de juego internacional que fue ocupado por otro imperio emergente.

En 1803 Estados Unidos compró Luisiana a los franceses, y en 1819 habían forzado a España la venta de Florida. Cuatro años más tarde el presidente norteamericano James Monroe definió a América Latina como área exclusiva de interés para su pais, anexionandose en la guerra con México los actuales estados de Nevada, Nuevo México, Arizona y California, y asimismo parte de lo que hoy conforma Oregón, Colorado y Wyoming. En 1867 compró Alaska a Rusia, y ahora tenía puestos los ojos en Cuba y las Filipinas. Una por su valor económico ( industria azucarera ) y posición geoestratégica para el control del futuro Canal de Panamá. La otra, como base de influencia sobre China y porque, siendo un punto vulnerable de difícil defensa, devenía en la mejor excusa para reforzar e incrementar su poderío naval.


William McKinley. Ocupó la presidencia norteamericana desde 1897 a 1901




En 1897, y en esas tesituras, el presidente norteamericano McKinley envia dos notas al gobierno español conminándole a imponer la paz en Cuba en el plazo de un mes, o bien a aceptar la mediación de Estados Unidos. Al mismo tiempo, y tal como habían hecho ya sus predecesores, formulaba una oferta de compra para la isla, a la que España se negó rotundamente. Sin embargo, el gobierno español no pudo o no supo prepararse para la inminente confrontación bélica con este poderoso pais, de la que ya había sido advertido como probabilidad cierta por sus estrategas militares.

Para aumentar el nivel de crisis, el 25 de enero de 1898 llega al puerto de La Habana el acorazado de segunda clase USS Maine, enviado por los Estados Unidos al objeto de proteger a sus ciudadanos e  intereses en Cuba. Lo hace sin previo aviso a las autoridades españolas, faltando así al protocolo estipulado entre naciones amigas. Por desgracia, durante la noche del 15 de febrero sufre una explosión en proa y se hunde rápidamente, causando 266 muertos en su dotación. Sin esperar a los resultados de la investigación oficial, la prensa sensacionalista se apresura a culpar a los españoles de traición y sabotaje, y pronto corre la voz en toda Norteamérica: " ¡ Recordad el Maine. Al infierno con España !".

Empeoraba aún más la situación el hecho de que el USS Maine era el orgullo de la Armada estadounidense, pues había sido proyectado con tecnología norteamericana y constituía el símbolo de sus nuevas fuerzas en el mar. La realidad, empero, no podía ser más opuesta. El diseño, aplicado únicamente a su homólogo USS Texas, tuvo que abandonarse por presentar graves errores de planificación. El blindaje de acero-niquel lo hacía muy pesado y demoró tres años, poseía poca autonomía y las torretas de los cañones estaban montadas fuera del centro de gravedad del buque, por lo que podían hacerlo escorar si disparaban a un tiempo hacia el mismo objetivo. Enfin, sus calderas estaban contiguas a uno de los depósitos de municiones, con el riesgo que ello implicaba.


USS Maine




Investigaciones recientes, en efecto, apuntan a que la explosión del USS Maine obedeció a factores internos y no a una agresión exterior.  A esa conclusión, por ejemplo, llegó el almirante norteamericano Hyman Rickover, en la década de los 70, apuntando precisamente a la proximidad del polvorín a las calderas.


El 19 de abril de 1898 el presidente McKinley da a España un plazo de 48 horas para retirarse de Cuba, y el 22, sin previa declaración de guerra, la escuadra norteamericana inicia un bloqueo naval con la finalidad de impedir que el ejército español destacado en la isla recibiese refuerzos, evitando también que su flota pudiera ser reabastecida.

El 25 del mismo mes McKinley anuncia la rotura de relaciones diplomáticas con España.


Anticipándose a todo ello, el 27 de enero de aquel año se habían cursado órdenes al almirante George Dewey de dirigir la flota del Pacífico a Hong Kong a la espera de una conflagración con España, en cuyo caso debía atacar las Filipinas. En ese período Dewey entabló negociaciones con Emilio Aguinaldo a fin de promover el apoyo de los rebeldes a la invasión del archipiélago, aunque la historia se vendía más bien al revés.


Casi en las mismas fechas, el 24 de enero, el USS Maine recibe órdenes de partir de Cayo Hueso ( Florida ) al puerto de La Habana como provocación, y quizás como detonante bélico ( 2 ).


Estados Unidos estaba colocando todas sus piezas en posición ventajosa, y quedaba claro que persiguió y finalmente consiguió la guerra con España. ( 3 )


El 1 de mayo de 1898 la flota española en el Pacífico, al mando del almirante Montojo, es derrotada por su equivalente norteamericana en la Bahía de Manila. A pesar de existir cierta paridad de fuerzas entre ambas, su concepción de uso era dispar. La española, adaptada  para la lucha contra los piratas del archipiélago filipino, estaba compuesta por pequeños cruceros, algunos de los cuales se hallaban entonces en labores de mantenimiento. La norteamericana poseía buques de mayor tonelaje y potencia de fuego, si bien George Dewey llegó a sorprenderse de la resistencia de los buques españoles al impacto de su artillería. 


No quiso la flota de Montojo reforzarse con las baterías de costa emplazadas en Manila, para no causar daños a la ciudad, y esperó a la norteamericana en Cavite.


Representación de la batalla en la Bahía de Manila




El 3 de julio, la flota española en el Atlántico, comandada por el almirante Pascual Cervera y Topete, es vencida fácilmente en la Bahía de Santiago de Cuba al intentar eludir el bloqueo de las flotas de los almirantes Shely y William T. Sampson.  Una acción suicida para la que recibió órdenes, pues al parecer Madrid no deseaba que se rindiese sin pelear. También es muy posible que la decisión de enviar la flota a Cuba en aquellas circunstancias, cuando la isla estaba casi perdida, obedeciera más a una cuestión de honor y de prestigio que a razones tácticas. 


Cervera ya había manifestado saber que iba al sacrificio, y propuso destinar la flota a Canarias para no dejar desprotegida la Península en caso de que se prolongara la guerra, argumento que fue rechazado por el Ministerio de Marina.


Se repetía el viejo tópico de " Más vale honra sin barcos que barcos sin honra ", frase con la que dicen justificó Felipe II el desastre de la Armada Invencible en 1588, y que el almirante español Castro Mendez Nuñez haría suya en 1866 ( 4 ).


No me extenderé debatiendo acerca de las causas, elementos y pormenores de estas derrotas navales, pues voces mucho más autorizadas que las mías ya se han pronunciado ampliamente. Empero, creo que nadie pone en duda la valentía y la lealtad de los los almirantes Montojo y Cervera, como nadie cuestiona tampoco la de las tropas destacadas en tierra, las cuales resistieron a veces a fuerzas diez veces superiores, sea el caso de Fuente Viso, Santiago y otros.


Almirantes Cervera y Montojo



Lo cierto es que ambas derrotas sellaron el fin del imperio colonial español, poniendo de manifiesto su ruina y precariedades. Pues quedaba evidente, por ejemplo, que la Armada española, salvo para tareas rutinarias en tiempos de paz, no estuvo dotada en cantidad y calidad de efectivos para afrontar una causa bélica generalizada - en diversos mares y océanos - contra otras naciones.

El 10 de diciembre de 1898 se firmaba el Tratado de Paris, por el cual cesaban las hostilidades entre los dos contendientes. En él perdió España todas sus posesiones de Ultramar, pues fue obligada por Estados Unidos a venderle Cuba, las Filipinas, Puerto Rico y Guam a cambio de 20 millones de dólares, dándole la garantía de que no iba a extender la guerra a sus costas ni a los archipiélagos canario y balear, o a sus dominios en África. Y es que, tal como el almirante Cervera había previsto, España se había quedado sin barcos. ( 5 )

Dado que no podía ya defender el resto de sus posesiones en el Pacífico, las vendió a Alemania por 25 millones de pesetas, otro de los imperios emergentes junto a Japón.

El denominado Desastre del 98 conmocionó a España política, social, cultural y económicamente. Pero males mayores y aún peores amarguras le estaban aguardando en años venideros.

Cierro el tema con un fragmento de este magnífico documental: " Cervera o la fuerza del destino ".


NOTAS
( 1 ).  Valeriano Weyler ( 1838 - 1930 ), también Capitán General de Filipinas de 1888 a 1893, no fue el creador de la política de " reconcentración ", siendo aplicada por vez primera en la Guerra de Secesión Americana por generales como Sherman o Sheridan, reputados como " modernos " por aplicar ésta y otras nuevas tácticas.
A Weyler se le considera uno de los mejores estrategas de su tiempo, y en su descargo mencionaremos que, al igual que otros militares españoles en Ultramar, aplicó su severidad indiscriminadamente, tanto en las colonias como en la Metrópoli. Por ejemplo, en la represión de los atentados anarquistas de Cataluña y en la llamada Semana Trágica. Distinto fue el caso de Norteamérica, como veremos, que sí diferenció el trato entre sus ciudadanos y los habitantes de las colonias, a menudo por motivos racistas. 
( 2 ) Según teorías de la conspiración, fueron agentes de los propios Estados Unidos quienes hundieron el USS Maine al objeto de acelerar la entrada en guerra con España, sobre todo porque se temía la pronta victoria de los rebeldes cubanos sobre los españoles, quedándose así sin excusa para intervenir en la isla. 
Como se ha señalado, la estructura del emblemático USS Maine  hacía de él un buque vulnerable, frágil y prescindible. De confirmarse o no la conspiración, y lamentando la pérdida de vidas humanas, se puede decir que el fin del USS Maine fue el más glorioso que pudo haber tenido jamás gracias a la prensa sensacionalista; no así el que tenía reservado en batalla.
( 3 ) Desde 1894 la Oficina de Inteligencia Naval norteamericana comenzó a diseñar diversos planes operativos para la invasión de Cuba. Uno de ellos preveía incluso la conquista de las Canarias como base de acción sobre costas españolas.
( 4 ). Así había respondido a británicos y a estadounidenses en la batalla de Valparaíso: " La Reina, el Gobierno, el país y yo preferimos más tener honra sin barcos que barcos sin honra. "
( 5 ) España se apresuraría a construir una costosa flota de ocho acorazados.