viernes, 20 de julio de 2012

REPERCUSIONES DEL DESASTRE ESPAÑOL DEL 98 EN FILIPINAS ( I )



John Milton Hay, Secretario de Estado durante los mandatos presidenciales de William McKinley y Theodore Roosevelt, había tildado jocosamente al conflicto hispanoamericano ( 1898 ) de " espléndida guerrita ". Hay fue también uno de los artífices del Tratado de Paris en ese mismo año, por el cual España cedía a Estados Unidos sus posesiones de Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas, de manera que resultaba más que explicada su nada disimulada alegría. Después de todo había sido una guerra fácil, breve, poco costosa y además entre caballeros de naciones civilizadas en donde sin duda había ganado el mejor. ( 1 )

El águila imperial según la prensa estadounidense

Es válido afirmar que la vocación colonialista de Estados Unidos fue muy tardía, en el sentido de que despertó - o al menos se puso en práctica - cuando las potencias de Europa ya eran dueñas de gran parte de Asia y África. Así, los dominios españoles de Ultramar les permitieron a los norteamericanos establecer zonas de influencia política, económica y militar en los dos océanos que bañan sus costas continentales, el Atlántico y el Pacífico, y competir  favorablemente con esas potencias. Pero la aventura colonialista norteamericana no fue nunca un producto del mero azar, sino la consecuencia de la aplicación de la teoría de la " fruta madura " enunciada por Quincy Adams, sexto presidente de los Estados Unidos ( 1825 - 1829 ). A pesar de estar referida en concreto a Cuba, sus fundamentos afectaban a todos los dominios del antiguo imperio colonial español:

Quincy Adams

1. - Si Estados Unidos no podía apoderarse de un territorio - tal como pasó con Cuba ya en tiempos de Thomas Jefferson ( 1743 - 1826 ), siendo el problema la flota británica - se debía procurar que tal territorio perteneciese a una potencia débil ( imperio colonial español ).

2. - Se debía aguardar al momento propicio de mayor debilidad de esa potencia para arrebatarle rápidamente el territorio codiciado ( crisis políticas y dificultades económicas de España, revueltas independentistas en las colonias ... ).

3. - Habían de respetarse siempre las formas en esa acción, excusándolas con nobles motivaciones para presentarla como una causa justa frente a la opinión pública nacional e internacional ( hundimiento por atentado del USS Maine, crueldad española, apoyo a los anhelos de libertad de los pueblos oprimidos, amenazas contra ciudadanos e intereses estadounidenses, etc.( 2 ) ).

Con estos territorios recién adquiridos, Norteamérica se convertía en un imperio colonial, estableciéndose dos vastas zonas de influencia:



En el Atlántico, Cuba y Puerto Rico configuraban, junto con Florida, una línea fronteriza de dominación que englobaba al Golfo de México y al Mar Caribe para proyectarse sobre América Latina de acuerdo con la doctrina Monroe de " América para los americanos ". Protegía también la tenencia y el control de la vertiente atlántica del Canal de Panamá, paso que favorecía la navegación y el transporte marítimo evitando la  larga ruta por el Estrecho de Magallanes, al sur de Chile. El canal de Panamá devino propiedad estadounidense en 1903, participando en las negociaciones para su construcción de nuevo John Milton Hay, bajo la presidencia de Theodore Roosevelt.

Puerto Rico fue anexado con relativa facilidad, pero no así Cuba, pues la presión popular y política a favor de su independencia condujeron finalmente a la redacción de la " Resolución Conjunta " el 18 de abril de 1898, por la que Congreso y Senado declaraban que " el pueblo de la isla de Cuba es, y por derecho debe ser, libre e independiente ", disponiendo asimismo que Estados Unidos " no tienen deseo ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobre dicha isla excepto para su pacificación, y afirman su determinación, cuando ésta se haya conseguido, de dejar el gobierno y dominio de la isla a su pueblo. "

Tal declaración contrariaba los planes imperialistas del entonces presidente norteamericano William McKinley, por lo que éste buscó otras vías para sujetar a Cuba, consiguiéndolo mediante la inclusión de la denominada Enmienda Platt en la constitución cubana de 1901. En virtud de dicha enmienda se imponía la cesión a perpetuidad de territorio isleño a Estados Unidos ( Guantánamo ), la intervención de este país en sus asuntos internos cuando lo creyese oportuno o la prohibición para Cuba de no acordar ningún tratado con otra nación sin su aquiescencia. Progresivamente vías férreas, minas y la mayor parte de propiedades cubanas se convirtieron en capital norteamericano a fin de mermar su independencia económica. Reseñemos que para forzar la aceptación de la Enmienda Platt, McKinley no sólo amenazó con mantener sus tropas en la isla, sino que, y después de haber denunciado con tanto ahínco a los españoles por la práctica de " reconcentración ", prohibió a la Cruz Roja asistir a sus víctimas. Una de las muchas muestras de la hipocresía y mano dura de su administración.


En el Pacífico, se instauraba estrategicamente una línea de penetración hacia el Sudeste Asiático a través de Hawai, Wake, Guam y Filipinas.

Hawai, sin ser posesión española, fue anexionado por la Resolución Newlands del 4 de julio de 1898, y era de general aceptación que su papel sería el constituir una avanzada para la defensa de la Costa Oeste de Estados Unidos. 

Wake, perteneciente a la Micronesia, y sin ser tampoco posesión española cedida por el Tratado de Paris, pasó a manos norteamericanas el 17 de enero de 1899, afianzando la línea de penetración por el Pacífico.

La isla de Guam ( denominación abreviada de Guaján ), en la parte meridional de Las Marianas, había sido ya en época española un importante punto de escala para el tráfico marítimo. El almirante norteamericano F.V. Green tomó posesión de ella en 1898 y la convirtió en la más grande base naval en este océano, como aún lo es en la actualidad.

Por lo que respecta a las Filipinas, base más avanzada hacia el continente asiático - obsérvese por ejemplo su proximidad a Hong Kong, punto de partida de la flota del almirante George Dewey -, serviría de base de operaciones sobre China principalmente. Gracias a la posesión del archipiélago Estados Unidos pudo imponer la política de " puertas abiertas " o igualdad de condiciones con el resto de potencias en la explotación del mercado chino.

Por último, Estados Unidos se apropió de la isla de Tutuila ( Samoa ) en 1899. Su posición retrasada en cuanto a la línea del Pacífico le otorgaba un alto valor estratégico como plataforma de reserva en la retaguardia. Su puerto de Pago Pago, ayudó, además, a reabastecer con combustible de carbón a las flotas de vapor desde el año 1900 a 1951. Por supuesto, con Tutuila la línea del Pacífico engrosaba considerablemente su área de influencia.

La importancia de esta línea, con todos sus elementos, se puso de relieve durante la Segunda Guerra Mundial en la lucha contra Japón.

De todas estas adquisiciones, que configuraban una decidida y metódica estructura, quizá la que más problemas ocasionó a Estados Unidos fue Filipinas, hallando en este archipiélago su piedra de toque al reportarle una larga guerra que duraría oficialmente tres años ( 1899 - 1902 ), siendo su primera guerra colonial. Cierto es que ya había enfrentado algunas incursiones bélicas en ese sentido, como por ejemplo en Argentina ( 1852 ), Japón ( 1853 ), Nicaragua ( 1854 ), Shangai ( 1859 ), Angola ( 1860 ), etc., y finalmente España para dar el paso determinante ( 1898 ), pero en esta ocasión se trataría no de una " espléndida guerrita ", como diría Hay, sino una de las más crueles, sucias y bárbaras que el mundo moderno había contemplado jamás.  En otro orden, esta situación obligó a Estados Unidos a definir e incluso a excusar su política expansionista más allá del puro hecho consumado y, en vista del desarrollo de los acontecimientos, y asimismo en su propio interés, a remodelar ese discurso inicial.

Desde los primeros instantes, la anexión de Filipinas se vió envuelta en polémicas, contratiempos e inconvenientes tanto fuera como dentro de los Estados Unidos. A nivel internacional desagradó la forma tajante y abusiva con que había obligado a España a cederle el archipiélago. En el Protocolo preliminar del Tratado de Paris, del 12 de agosto de 1898, se exigía solamente una porción de Manila para la implantación de una base naval norteamericana, mientras que en el texto definitivo del 10 de diciembre se reclamaba la totalidad de las Filipinas según se hacía constar el el artículo nº 3:

" ... el mismo sistema de gobierno que hizo crónica la insurrección antillana, provocó continuas rebeliones en Filipinas. Los azares de la guerra destruyeron la soberanía española en el archipiélago haciendo imperioso para los Estados Unidos el deber de asegurar allí para siempre la libertad. Esta misión puede cumplirse únicamente por la incorporación definitiva de las islas. "

Los españoles, indignados, protestaron en espera del arbitraje de una tercera potencia, que no existió. España, debilitada y sin amigos, tuvo que claudicar accediendo a todas la exigencias de los norteamericanos. El resto de naciones coloniales contemplaban con cautelosa prevención los movimientos de Estados Unidos, temiendo alguna acción que perjudicara sus posesiones. Sólo Japón se atrevió a hacer una oferta de compra de las Filipinas por 300 millones de dólares, salvo Luzón que dejaría en manos de sus nuevos ocupantes.

El periódico español " El Imparcial ", con fecha de 15 de noviembre de 1898, aludía al " aplastamiento del derecho internacional " por parte de Estados Unidos, expresando también la esperanza común en la Península de que los ciudadanos de ese país, hasta entonces lider de los derechos y la libertad, derrocasen a su mal gobierno. Pero el presidente McKinley ya se había preocupado de ganarse a la opinión pública norteamericana efectuando una serie de giras y conferencias patrióticas mientras duraron las negociaciones del Tratado de Paris, evocando precisamente esos mismos valores. Cuando estuvo seguro de contar con su apoyo, exigió todas las Filipinas.

En el debate para la ratificación del Tratado de Paris, el Senado estadounidense se dividía en dos posturas:

- Por un lado estaban los antianexionistas, representados en su mayoría por el partido Demócrata. Argüían que la Constitución de los Estados Unidos prohibía expresamente la posesión colonial, defendiendo el aislacionismo del pais para preservarlo como tierra privilegiada de justicia, democracia e igualdad. Pensaban no sin procupación que el imperialismo, con el militarismo subsiguiente, corrompería estas virtudes y, aún peor, que acaso las Filipinas obligarían a Estados Unidos a involucrarse en guerras ajenas por la disputa de nuevos territorios.

- Los anexionistas, personificados por el partido Republicano, al que pertenecía McKinley,  argumentaban la misma tesis de los demócratas en cuanto a que Estados Unidos eran custodios de la llama sagrada de la civilización, pero diferían en que ésta debía brillar todavía con más luz siendo exportada al resto del mundo. Nacía así el concepto de " misión " en el discurso expansionista norteamericano, no sin poder disimular los evidentes intereses económicos de las instituciones financieras que se habían aliado con el partido Republicano desde tiempos de la Guerra de Secesión, ávidas de nuevos mercados.

Firma del Tratado de Paris


El célebre senador republicano Henry Cabot Lodge ( 1850 - 1924 ),  abogó por el expansionismo estadounidense y el crecimiento de su poder naval en estos términos:

" Las grandes naciones están absorbiendo rápidamente, en pro de su futura expansión y su actual defensa, todos los lugares olvidados del mundo. Es un movimiento que está abriendo paso a la civilización y al realce de la raza. Como una de las grandes naciones del mundo, Estados Unidos no debe quedar al margen del curso de los acontecimientos, "

Estados Unidos poseían pues una " misión " civilizadora inherente a su raza ( entiéndase raza blanca ), que debía aplicarse no a otros pueblos civilizados, por supuesto, sino en las nuevas colonias, " lugares olvidados del mundo ".

Otro famoso republicano, Albert J. Beveridge ( 1862 - 1927 ) especificó en 1900 con argumentos más elocuentes el significado de tal " misión ":

" Dios nos ha dado el espíritu de progreso para vencer las fuerzas de la reacción en todo el planeta. Nos ha hecho aptos en el gobierno, de modo que podamos gobernar a los pueblos salvajes y seniles. Sin tal fuerza el mundo caería de nuevo en la barbarie y las tinieblas. Y de todas las razas Dios ha elegido al pueblo americano como su nación para dirigir finalmente la regeneración del mundo. Ésta es la divina misión de América, y nos depara toda la ganancia, toda la gloria y toda la felicidad posible para el hombre. "

Una misión divina para el Pueblo Elegido a la que el escritor británico Rudyard Kipling ( 3 ) llamaba a despertar con su poema " La carga del Hombre Blanco. - Los Estados Unidos y las Islas Filipinas - ", aparecido en 1898, año en el que se debatía el Tratado de Paris:

             " Llevad la carga del Hombre Blanco
  Enviad adelante a los mejores de entre vosotros;
             Adelante, enviad a vuestros hijos al exilio
        Para servir, con equipo de combate,
     A naciones tumultuosas y salvajes,
    Huestes recién conquistadas y descontentos pueblos,
        Mitad demonios y mitad niños "

Como no podía ser menos, el presidente William McKinley había asumido esta " misión " recibiéndola directamente desde lo Alto. Según un amigo suyo, James F. Rusling, McKenly se expresó con estas palabras en 1899 ante una delegación religiosa:

" La verdad es que no quería las Filipinas, y cuando vino a nosotros como un regalo de los dioses no sabía qué hacer con ellas ( ... ) Paseé por mis dependencias de la Casa Blanca hasta medianoche y, no me avergüenza decir, señores, que me puse de rodillas y oré a Dios Todopoderoso para recibir luz y guía.

" Ya muy entrada la noche no sé cómo llegó la idea de que no podíamos devolverlas a España, pues sería cobarde y deshonroso. Tampoco entregarlas a Francia o a Alemania, nuestros rivales comerciales en Oriente; mal negocio y vergonzoso. No podíamos abandonarlos a ellos mismos, pues no eran aptos para el autogobierno y pronto tendrían la anarquía y un gobierno peor que el que España les dejó. No podíamos hacer más que educar a los filipinos, civilizarlos y cristianizarlos, y por la gracia de Dios hacer lo mejor que pudiéramos con ellos como a nuestros semejantes por quienes Cristo también murió.

Luego me fui a dormir y lo hice profundamente."

Al parecer, desde lo Alto no se le informó bien a McKinley - quien desde luego no volvería a perder jamás el sueño por este asunto - que los filipinos ya estaban cristianizados en su mayoría, y que contaban con escuelas y universidades en donde se había formado la intelectualidad de las Filipinas, proclive a la independencia del país desde época española. Pero eso no importaba realmente. Para la primera doctrina imperialista de Estados Unidos dejaba de existir la consciencia de identidad nacional en Filipinas, y en su lugar los norteamericanos tenían que tratar con gente inculta y salvaje merecedora de su bendición tan sólo por generosidad y responsabilidad hacia el inferior. Ello excusaba, asi, su permanencia en el archipiélago.

Numerosos pensadores anexionistas se adhirieron a esta idea de buena o mala fe, de manera que si mientras hasta entonces el racismo había sido un problema interior en Norteamérica ( antiguos esclavos negros, indios, trabajadores chinos en los ferrocarriles, etc. ), ahora se exportaba con elevada cotización en las relaciones internacionales. Por ejemplo, Dean Worcester, en " The Philippines and their Peoples " ( 1898 ), creía que los filipinos no podían autogobernarse por su debilidad mental y que únicamente los tagalos tenían esperanzas de ser civilizados por poseer la piel menos oscura que el resto. Para mayor insulto, otro  " gran " pensador, Frederick C. Chamberlain, llegaría a proponer en su " The Philippines Problem " ( 1898 - 1913 ) el mestizaje de los filipinos con sujetos de raza blanca para potenciar su precaria capacidad intelectual y hacerlos aptos para la civilización.

El 4 de febrero de 1899 los independentistas filipinos declararon la guerra a Estados Unidos. Y una contienda auténticamente salvaje había dado comienzo.



NOTAS.

( 1 ) El trato que dieron los norteamericanos a los prisioneros españoles en esa guerra fue por lo general correcto salvo alguna excepción, y en ciertos casos, como con el almirante Cervera, se podría afirmar que llegó a lo exquisito. Caballeroso fue también el gesto del almirante Gorge Dewey  al testificar a favor de su adversario Montojo  cuando éste fue procesado en España por su derrota de la batalla en la Bahía de Manila - véase entrada anterior -. La consideración hacia los prisioneros filipinos, no obstante, y por decirlo suavemente, dejó mucho qué desear. En este artículo veremos por qué.

( 2 ) Todos los argumentos esgrimidos, y también exprimidos, por la prensa sensacionalista, cuyo objetivo fue crear un drama muy simple entre personajes buenos y malos que el público podía identificar fácilmente.

( 3 ) Rudyard Kipling es el autor del famoso " The Jungle Book " ( El libro de la selva ), publicado en 1894.